IMPORTANCIA DE LAS
CAPAS ESTRUCTURADAS DEL SUELO
Una vez definidos los tipos de suelos que nos podemos
encontrar en la naturaleza, vamos a hablar sobre la importancia de las capas
estructuradas del suelo para mejorar la siembra y el cultivo en la agricultura.
EL SUELO SE FRAGMENTA
EN TRES CAPAS:
Una superior.
Una capa
intermedia.
Una interior.
Tipos-de-suelos-capas-estructurales
En cada una de ellas nos podemos encontrar diferentes
partículas de suelo y la materia en sus diversos estados (sólido, líquido y
gaseoso). Además, cada capa surge por varias razones.
La capa superior del suelo se compone de: arena, arcilla,
mantillo (humus), agua y aire. Al estar en continuo contacto con el aire de la atmósfera,
se propicia la descomposición de los restos vegetales y animales, favoreciendo
así a la creación de nutrientes para los cultivos. Este sustrato es aprovechado
por las raíces.
Esta capa es la más importante de todas, sobre todo para la
conservación de los cultivos, puesto que a ella se aferra el sustento de las
plantaciones, es decir, sus raíces.
En la capa intermedia del suelo podemos encontrar: piedras,
arenas, arcillas y agua. En este nivel pueden aparecer las aguas subterráneas
si se dispone de un suelo drenante en la superficie, y un suelo limoso en la
zona inferior, haciéndolo así impermeable. Esto favorecerá la acumulación de
agua.
Y por último, nos encontramos con la capa inferior del
suelo, que es donde se ubican las rocas, que es la base de la formación del
suelo. Debido a la disgregación de sus partículas van surgiendo las capas
superiores.
El que un agricultor tenga beneficios al cultivar sus suelos
dependerá, en su mayor parte, de la buena fragmentación de la base del cultivo,
que es el suelo. Debe tener nutrientes que absorban bien el oxígeno del aire o
del agua, y que sea un suelo resistente, según para qué tipo de plantación
quiera emplearse.
Como ya dijimos en los puntos anteriores sobre los tipos de
suelo, el pH del suelo nos indicará si estamos ante un suelo alcalino, neutro o
ácido. La mayoría de plantaciones requieren un suelo cargado de nutrientes que,
en ese caso, será uno con un pH entre el 5’5 y el 7.0 (ácido neutro).
Este aspecto es muy importante a la hora de cultivar un
suelo. Si observamos que no florece tan rápido la cosecha como en un principio,
puede deberse a un caso típico de “fatiga del suelo”. Esto es así por la rápida
plantación y siguiente cosecha sin dejar descansar al suelo para poder
recuperar los nutrientes que ha consumido en el inmediato anterior labrado. El
agua de la lluvia o la procedente del riego es a lo que atribuimos la
culpabilidad de que el suelo se disgregue e imposibilite que, las capas donde
se localizan los nutrientes, se reconstruyan.
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